El debate que se abrió en el Congreso, y que podría traer consensos imprescindibles para su tratamiento y aprobación, podría ser la última alternativa para madurar el proceso democrático iniciado hace 25 años. Así lo considera la mayoría que respondió a la encuesta de EL INFORMANTE, ¿Este es el tiempo de la reforma política?
Para el 54 por ciento, Sí. Entre los que creen que no es oportuno, y más adelante sería mejor, el 33 y 10 por ciento respectivamente, no se alcanza a vencer la opinión de la mayoría, ni siquiera si se sumara el 3 por ciento de los que no saben.
El resultado del sondeo tiene que llamar la atención de aquellos que se oponen al debate, que se tiene que dar a la luz de los partidos políticos y la entidades intermedias, antes que los tiempos electorales comiencen a teñirlas de mezquinas ambiciones. Tendría que propiciarse la transparencia de las candidaturas partidarias, después de la conformación seria de los partidos. Tendría que esclarecerse a la comunidad de los mecanismos de financiamiento de los partidos, y antes responder los políticos a las Declaraciones Juradas públicas.
Cuando no es tan joven este nueva período, como para aprenderlo, ni tampoco tan viejo como para no mejorarlo, se abre un oportunidad única de adecuarnos a las democracias modernas donde las elecciones son un contraste de ideas, y no una pugna de imputaciones y descalificaciones. Democracias ágiles donde no existen las candidaturas testimoniales, y los organismos del Estado controlan que todo se desarrolle dentro del marco de la Constitución.
Seguramente el debate comenzará con una conformación del Congreso, y se votará con otros sentados en las bancas. Y que no sea este recambio natural motivo de excusas y se demore lo hecho porque no anduvieron el camino los recién llegados. Un sistema representativo y plural, ágil y sencillo, es lo que necesitamos. Además de políticos que sepan ponerse este saco y sacudirse el polvo de viejas prácticas que la mayoría rechazan.