-Distintos tipos de hambre, de comida y de saciedad-
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 6, 51-58
“Jesús dijo a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo’. Los judíos discutían entre sí, diciendo: ‘¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?’ Jesús les respondió: ‘Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Palabra del Señor.
Hambre físico y espiritual
Hay un hambre físico y un hambre espiritual, una saciedad física y otra espiritual; hay un pan material que alimenta nuestra hambre física y hay un pan espiritual que alimenta y sacia nuestra hambre espiritual. En una oportunidad la multitud que siguió a Jesús mientras les predicaba, quedó tan extasiada de sus palabras de modo que les llegó la hora de cenar; los apóstoles le dijeron a Jesús que no tenían comida para tanta gente. Un sacerdote que trabaja en pastoral carcelaria me dijo: “se encarcela a la pobreza”, esos jóvenes presos nacieron sin el pan de una familia organizada, sin el pan de un techo digno, no pudieron acceder al pan de la educación, a una comida nutritiva; salieron a robar para conseguir algo de todo eso, los descubrieron y fueron a la cárcel. Nacieron desposeídos y terminaron en el infierno de un penal. Por eso, como Jesús, y como sociedad organizada tenemos que dar una respuesta digna a esa carencia yendo a la raíz del problema. Jesús pide nuestra colaboración: “denles ustedes de comer”, y después multiplica los panes y los peces para alimentar los cuerpos de sus seguidores. Esa multitud que pasó el día con Jesús experimentó que sus palabras estaban llenas de vida, saciaban su hambre espiritual, sus deseos de paz, de bondad, de verdad, de fraternidad, en fin, sus deseos de Dios; pero el Señor se dio cuenta que no se le puede hablar de Dios, ni de educación ni de un proyecto de vida a personas con el estomago vacío.
El encuentro con Cristo
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo que hoy celebramos hace referencia a lo que experimentó esa multitud cuando Jesús dice en el Evangelio: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá eternamente”. Mucha gente no lo entiende en ese momento y deja de seguirlo, pero cuando Jesús les pregunta a los apóstoles: “¿Ustedes también quieren irse?”, Pedro le responde: “¿A dónde vamos a ir Señor, si sólo Tú tienes Palabras de vida eterna?” (cf Jn. 6, 67-68) El Cuerpo de Jesús que comulgamos, como su Palabra que escuchamos, alimentan nuestros deseos de Dios, de felicidad profunda, de plenitud, de encuentro con Él y los hermanos, de entendimiento, de amistad, y por eso tienen sabor a vida eterna; a su vez despiertan en nosotros la solidaridad y la creatividad para saciar el hambre físico y el hambre de dignidad que tienen nuestros hermanos más desvalidos. Que Dios te bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Buen domingo.