Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. (Jn 10, 27-30)
“Jesús dijo: ‘Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa”. Palabra del Señor
Un amor grande nos “primerió”
El domingo pasado Jesús, le preguntaba a Pedro sobre su capacidad de amistad y de amor desinteresado, indicándole con ello el corazón de la religión, es decir de lo que pretende Dios en la relación con el hombre. Jesús muestra, primero con su vida y luego explica con sus palabras, que en la relación del hombre con Dios el que ha amado primero es Él. Con el neologismo que utiliza el Papa Francisco, diríamos: “Dios nos ha “primereado” en el amor. Una parte del Evangelio de este domingo, dice: “Yo soy el Buen Pastor; conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”. La palabra “conocimiento” en la Biblia, significa: “amor en el marco de una alianza”. En nuestra alianza de amistad Dios nos ama primero. De hecho, Jesús lo anuncia antes de cumplirlo: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”, y dio la vida para salvarnos, para cambiarnos el corazón de piedra en un corazón de carne capaz de amar. Sabemos también que el costo de nuestra salvación ha sido durísimo para Jesús: entregar su vida en medio de torturas indecibles. No hay mayor amor que dar la vida. Claro, más allá de dar la vida no se puede ir, es lo máximo que podemos hacer por los demás, y tal vez es más cotidiano de lo que creemos, porque Dios, nos ha capacitado para amar mucho.
La entrega por amor es fuente de alegría
Recuerdo un matrimonio amigo que tenía un hijo discapacitado. Se olvidaban de ellos mismos por ese hijo que requería cuidados continuos porque a menudo tenía convulsiones. Cuando los visitaba, me llamaba la atención verlos cansados pero siempre alegres; es paradójico pero el amor que supone entrega de la propia vida al servicio de los demás da alegría. Dicen que la alegría es el “beso de Dios” para indicarnos que acertamos el camino. Sí, el camino del hombre es el amor de amistad, más aún, es amar hasta dar la vida por los demás. Siempre tendremos alguien a quien amar; en nuestro camino siempre se cruzará alguien que necesitará de nosotros desafiándonos, planteándonos la disyuntiva de “cuidarnos a nosotros mismos” o “cuidar a los demás”. A menudo decimos a los amigos: “cuidate”; no está mal; pero sería mejor decirles: “cuidemonos”. Este es el camino de la alegría, este es el clima que Dios nos pidió crear para hacer a este mundo más habitable y a la vida más digna de vivir.
La felicidad es relacional
Testimoniando la unidad en el amor que hay entre Él y Dios Padre, por el Espíritu Santo, en el Evangelio de este domingo Jesús dice: “El Padre y yo somos una sola cosa”. De aquí surge una conclusión muy simple pero profunda y determinante para nuestra vida acerca del estilo con el cual estamos llamados a vivir; Dios es común unión de personas en el amor, nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por eso la relación entre seres humanos, sobre todo el encuentro y el amor mutuo es la vocación humana por excelencia. La soledad, tan profunda hoy en muchas personas, nos hace tanto mal porque no fuimos creados para el aislamiento sino para el encuentro, la complementación, la entrega y la amistad. Si buscas vivir a pleno ya en esta vida, tienes que tener en cuenta esto: la felicidad no viene de las cosas sino que es fruto de encuentros interpersonales profundos con los demás y con Dios, porque la felicidad es relacional. Buen domingo.