En la noche del Viernes Santo se llevó a cabo el piadoso rezo del Vía Crucis, que unió la iglesia de San Cayetano con la Iglesia Catedral. Se sumó al paso de los peregrinos la Imagen de la Dolorosa en el Santuario Diocesano. En el templo a oscura el Cristo Yaciente fue venerado a la espera de la resurrección.
La columna de fieles fue serpenteando las calles y ocupó toda la nave central y los laterales de la iglesia mayor de la diócesis, donde estaban muchos recorriendo las estaciones del piadoso camino al Calvario o el momento de la reconciliación.
El Vicario Diocesano, Pbro. Marciano Alba, exhortó a los presentes a “ser como la Madre, que traspasada por el dolor de las llagas de su hijo muerto, se quedó junto a él esperando”.
Los templos estarán durante este sábado con sus puertas abiertas, los altares desnudos, las imágenes cubiertas. Es el paso obligado, la espera inevitable, la fiesta de Pascua.
Se repetirá la tradición de recorrer Siete Iglesias, de rezar los Siete Dolores de María, aunque mejor cabe el silencio expectante, hasta el momento de la luz. La Vigilia Pascual cerrará las ceremonias y ritos del Triduo Pascual, que el domingo tendrá su momento culminante.
Hasta entonces, sólo la espera.
Homenaje a Raúl Carnota a beneficio de la Casa de la Música