En una de las primeras casas construidas en el pueblo de La Emilia vive Ana María Bocanera, que con 86 años, lúcida, feliz y llena de vida. Recuerda cada momento vivido en los pasillos de la fábrica textil emiliana con emoción y anhelo. Mediante una sonrisa y brillo en sus ojos dijo que trabajar en la fábrica fue lo más lindo que le pasó en la vida y que hoy el pueblo no es lo que era en ese entonces.
“Haber trabajado en la fábrica fue lo más lindo de mi vida, allí viví 40 años llenos de felicidad”, expresó Bocanera. Y añadió: “comencé a trabajar a los 15 años hasta cumplir los 50 y jubilarme, allí hice todo lo que quería”.
Bocanera recuerda cada instante transitado en el lugar y comienza a narrar su humilde historia diciendo que en un principio trabajó en trama de tejedores, que en una segunda instancia pasó a ser ayudanta de urdidores, luego urdidora hasta llegar a lo más deseado por el personal ser capataz, en su caso particular del sector de Urdidores. La señora remarcó que en “el trabajo la gente se comportaba de manera solidaria y con mucho compañerismo” que nadie tenía problemas.
“Los dueños de la industria lanera trataban muy bien a sus obreros, todo era perfecto, todo se hablaba y el trato era más que cordial”, aseguró Bocanera. También contó que los Córdova eran un obrero más, que daban todo por sus trabajadores y que gracias a ellos existe La Emilia.
Al jubilarse Bocanera con 40 años de trabajo en la textil comentó que sintió un gran vacío al irse. “Hice todo pensando que el sector de Urdido era mío –admitió- pensé que si faltaba yo nada iba a funcionar porque amaba mi labor”. Y remarcó: “Siempre trabajé con mucho amor y sin intereses”.
Por otro lado habló acerca del cierre de la misma y comentó que le dio “muchísima pena” que cerrara la fábrica, que pensaba día y noche que iba a suceder con la gente del pueblo sin esa fuente de trabajo. Bocanera brindó una anécdota que guarda en su memoria y dijo: “Con la llegada de los Meller me dirigí a la fábrica, los felicite, les dije que dios los bendiga y ayude. De pronto los dueños me reconocieron por medio de otros obreros que les decían que yo era Anita, “la flaca”, la que más trabajaba, charlé con ellos y desde ese instante me abrieron sus puertas”. Y agregó: “La Emilia ya no es la misma de antes, era un pueblo unido, lleno de solidaridad y amor, todo está gracias a los Córdova “
Bocanera cerró su relato diciendo: “Amo a mi pueblo, me da tristeza ver que ya no es como antes pero nunca voy a olvidar los años vividos en la fábrica junto a amigas y amigos que llevo en mi memoria y otros que conservo más allá de las décadas”.
Renata Abramor