En el camino del proceso de beatificación de la Hna. María Crescencia el 28 de octubre los peritos médicos de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos han aprobado el supuesto milagro que fue presentado desde el postulador de la causa. Con esta aprobación de la junta medica queda ahora en el transcurso del proceso que los teólogos se reúnan para analizar el informe de los médicos y luego los cardenales para luego el promotor de la fe presenta el informe al Santo Padre Benedicto XVI quien será él que declare milagro y por lo tanto luego declare Beata a la Hna. Crescencia y ponga fecha de la celebración donde se la declare beata.
Recordamos que el proceso de la Hna. Crescencia comenzó en el año 1986 en esita diócesis, desarrollándose todo el proceso diocesano aquí y luego fue enviado a la Sagrada Congregación quien junto al postulador de la causa en Roma fue llevando todos los pasos hasta este momento.
Los restos de la hermana descansan en el Colegio del Huerto de la ciudad de Pergamino.
Demos gracias a Dios por este paso tan importante en el proceso, casi terminado, y que pronto se produzca la declaración de beata por parte del Papa.
Hermana María Crescencia Pérez
La Sierva de Dios Hna. Ma. Crescencia Pérez (María Angélica), nació en San Martín (Provincia de Buenos Aires), el 17 de agosto de 1897. Muy pronto se transfirió con toda su familia a Pergamino, donde transcurrió su adolescencia en un clima de profunda fe religiosa, dedicándose a los estudios –que completó con la obtención del diploma de maestra de labores manuales- y al duro trabajo en los campos.
Madurada su vocación, el 31 de diciembre de 1915 entró en el Noviciado de las Hijas de Ma. Sma. Del Huerto (Gianellinas) en Buenos Aires donde, el 7 de septiembre de 1918 emitió sus Votos religiosos.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a los niños como maestra de labores y como catequista, primero en la escuela de costura anexa a la Casa provincial y después en el Colegio “N. S. del Huerto” de Buenos Aires.
A continuación se dedicó con la misma premura a los enfermos, especialmente a los niños tuberculosos acogidos en el sanatorio marítimo “Solarium” de Mar del Plata.
Permaneció allí por tres años exponiendo la propia salud que comenzaba a declinar rápidamente. En busca de un clima más propicio fue enviada a Vallenar, Chile, donde algunas de sus Hermanas presentaban servicio en el hospital local. Allí transcurrió el último período de su vida, dedicada totalmente al servicio de los otros enfermos, en la alegría de la vida comunitaria, creciendo incesantemente en el amor de Dios.
Murió el 20 de mayo de 1932 con gran pesar de la población local que hablaba de ella como de la “santita”. Cuando las Hermanas del Huerto dejaron Vallenar, la gente impidió que se llevaran su cuerpo. En 1966 fue encontrado incorrupto y actualmente se encuentra en la Capilla del Colegio del Huerto de Pergamino (Argentina).
La causa de canonización de la Hna. Crescencia fue abierta el 27 de febrero de 1986, en la Diócesis de San Nicolás de los Arroyos.
La Hna. Ma. Crescencia, con su historia de mujer creyente, puede ayudarnos a descubrir el gusto de la fe y las exigencias del auténtico amor cristiano.
Murió a los 35 años convencida de no tener otra cosa que ofrecer para el bien de los hermanos y del Instituto que la propia vida, y suplica confiadamente en el momento supremo: “Señor, da a mis Hermanas entusiasmo y fuerza. Manda buenas vocaciones en ayuda del Instituto”
Muchos años han pasado desde la muerte de la S. De Dios, y sin embargos su memoria sigue estando viva entre la gente de Vallenar que recurre a ella en las necesidades materiales y espirituales de la vida porque la consideran su particular protectora.
Llevó siempre encendido en su interior el fuego de un gran ideal: “hacerse toda a todos”. Este ideal fue el de su Fundador, la quemó por dentro y la estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de las almas.
Como semilla que germina en la oscuridad, en el seno de la tierra, así la figura de esta Hermana ha adquirido vigor y fuerza nueva. Se ha convertido en presencia inspiradora y compañera de camino de tantas personas que descubrieron su corazón lleno de ternura y de amor. Dejó una profunda huella que el tiempo no ha podido borrar.
Fue para muchos, un signo, una luz, un don de Dios, un ejemplo de fidelidad cotidiana al Evangelio.
Sencilla, serena, toda de Dios y al mismo tiempo, toda de los hombres, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tienen de genuino y de evangélico, el carisma gianellino.
Su indomable fortaleza interior y la pasión con que se dedicaba a su misión, causaban estupor y maravilla. Aparentemente frágil, fue sin embargo una mujer fuerte, rica de bondad, de amabilidad, de ternura, de gentileza, como lo fue Cristo.
La Sierva de Dios nunca puso límites a su caridad; no conoció los atenuantes o las excusas, a veces hasta razonables, para no comprometerse. Estuvo siempre dispuesta a amar a su prójimo más que a sí misma, como había aprendido de S. Antonio Gianelli, que se prometía poder contar entre sus Hijas “mártires de la caridad”. Como hija de un Padre de esta talla, no se echó atrás en el sacrificio de su propia vida en aras del amor.
Gianelli quería Hermanas fuertes y enérgicas pero al mismo tiempo dulces y maternas; firmes en los principios y en los ideales, pero comprensivas ante las debilidades humanas; decididas y emprendedoras, pero bondadosas y con un corazón revestido de humanidad, capaces de revelar el rostro “materno” de Dios.
Esta humilde Sierva de Dios, no pide que la honremos; deseo ofrecernos también hoy, su servicio de caridad; quiere ayudarnos a comprender la grandeza de la vocación cristiana y gianellina y mostrarnos un camino para vivirla auténticamente.
Elevemos nuestras miradas al Dios de la vida que ha hecho maravillas en su Sierva Crescencia y pidámosle que encienda en nuestros corazones el fuego del amor y la nostalgia del infinito, para ser entre los hombres de nuestro tiempo, un “signo de esperanza”.
Sitio: www.mariacrescencia.com.