El tercer domingo de junio es en Argentina, como en otros países latinoamericanos, la fecha elegida para la celebración del Día del Padre. Para quienes lo tienen presente, para los que lo atesoran en su recuerdo. Para los que lo honran siendo hijos y lo veneran siendo a la vez padres. Para todos ellos, Feliz Día!
Y también una breve reflexión.
Si lo que espera es una edulcorada semblanza de lo que significa la palabra “padre”, ocupe su tiempo en otra cosa. Tal vez en festejar el día del progenitor, tutor o encargado.
Ahora si quiere revisar algunos conceptos en la más descarnada charla, está invitado a seguir leyendo. Y quiero saber su opinión.
En 1966 el Presidente de los EE.UU. Lyndon Johnson firma una proclama declarando el tercer domingo de junio como día del padre de los norteamericanos, en homenaje a John Bruce Dodd. John se dedicó a la crianza de sus hijos, cuando su mujer falleció en el parto del último, y fue tomado entonces como ejemplo, inspiró a la fecha como Día Mundial para su celebración.
Mucho antes la Iglesia Católica tomó la imagen de San José como modelo de padre, y todavía el 19 de marzo se celebra en gran parte del mundo cristiano.
Mi amigo el Dr. Juan Carlos Luján, Suboficial Mayor (R) de las Fuerza Aérea Argentina y Presidente Fundación Marambio, me envió hace años la iniciativa de celebrar el Día del Padre en una fecha más criolla. El 24 de agosto, fecha en la que nació Merceditas, la hija del Libertador de América, Don José de San Martín.
Para Luján, como para otros, las “Máximas” que redactó San Martín en Bruselas en 1852 “constituyen un verdadero plan educativo de índole moral, que conserva plena actualidad a pesar del paso de los años”. Lo fundamenta afirmando que “en 1844, en su testamento declara San Martín "Todos mis anhelos no han tenido otro objeto, que mi hija amada".
Alguna vez esta iniciativa tuvo eco gubernamental, pero el Consejo Nacional de Educación, ante la presión de la Asociación de Dirigentes de Ventas de diversos grupos comerciales en 1957, se olvidó de incluir la fecha en el Calendario Escolar. Esta omisión fue aprovechada por comerciantes, para tratar de imponer mediante una millonaria campaña publicitaria "el día del padre norteamericano", en homenaje a John Bruce Dodd, considerado padre ejemplar por haber cuidado solo a sus hijos.
Sólo las escuelas de Mendoza, se mantuvieron fieles al Libertador en la celebración del 24 de agosto como Día del Padre, durante casi medio siglo, de 1953 a 2000.
En el Año del Bicentenario de la Patria, ya que no nos planteamos otras cuestiones profundas, ¿no podremos repensar la figura del padre y su celebración? Es una buena excusa, de valores mucho más elevados que buscar referenciarnos en el mundial de fútbol, o que en el 2012 se acaba el mundo.
Los legisladores nacionales que no trataron la iniciativa cuyana, hoy debaten si es posible equiparar los derechos de los matrimonios regidos por la Ley Natural, con las uniones civiles de personas del mismo sexo. La opción de hecho de elegir los afectos, la sexualidad y hasta el erotismo, quiere ahora plasmarse en la letra de la Ley.
La modernidad, y la globalización, han igualado los roles de hombres y mujeres jefes de familia, que día a día deben responder por la seguridad, sustento y salud de sus hijos. Aquella división que ponía de un lado al varón como el que aseguraba el alimento y vestimenta de los suyos, reservando el afecto cercano a la mujer, ha sido traspasada ampliamente. La figura pedagógica tan efectiva que formó mi niñez “Vas a ver cuando venga tu padre...” ya es demodeé. En mi entorno, hombres y mujeres, han asumido los nuevos roles, a veces conformado familias de modelo nuevo, alejadas de aquella monoparental que mis abuelos inculcaron a mis padres y quiero llevarles yo a mis hijos. Familias con hijos propios y ajenos. Sin hijos propios y con hijos ajenos. Sin hijos propios ni ajenos. ¿Familias?
Atrás de la fecha comercial de reconocimiento del padre biológico, legal, de hecho, presente o ausente, existe una injusticia. La misma que sea sólo un día, el de la madre, el del niño, el del abuelo... Como si en el resto del año hubiera un minuto que no tuviera la obligación y pudiera despojarse de sus atribuciones, derechos y beneficios.
Pensemos al hombre, y la mujer, en su integralidad. Además de su equilibrio físico, sicológico y espiritual, como un ser que necesita relacionarse con otro. Relacionarse, pero no de cualquier manera. No seré más, ni menos, padre, si dejo sorprenderme por el cariño de mis hijos y el reconocimiento de su madre, envuelto en un regalo. Pero sí deberé cuestionarme otras facetas de mi persona cuando no responda a mis deberes para con ellos. Porque el padre es además de un varón modelo, el responsable del destino de su familia. Comparte esta obligación con la mujer-madre. Otras opciones, son suplemento ante la carencia de alguna de las partes del modelo. Alternativas válidas, pero no originales formas de familia.
Creo en el padre rector de la educación de sus hijos, aunque sea la madre quien corre a la escuela interesada en el comportamiento y rendimiento académico de los hijos. Creo en el padre laborioso fuera de casa, y hábil para los quehaceres domésticos para que la mujer tenga su espacio, aporte en la casa y crezca como persona. Creo en el padre con el gesto adusto preocupado por la seguridad de los suyos, y en la sensibilidad que esconde porque no le enseñaron a mostrar sus afectos. Creo en el padre que profesa ese rol gracias a que hay una madre, y que aprendió del suyo, aunque sus hijos lo pongan a prueba a diario y nunca alcance a recibirse.
Creo también que hay padres que no merecen llamarse padres, e hijos que no merecen llamarse hijos.
Podría terminar este ensayo idealizando las figuras de mis padres. El que me dio la vida. Pero también los que en distintos tiempos de mi existencia me formaron. El que me enroló y me dio el nombre. Y los que me acompañaron, corrigieron y me reconocieron. Pero prefiero mejor dejar inconclusas estas ideas, para reconocer que no sé nada de ser padre todavía, y que prefiero seguir aprendiendo.
Imagen a modo de ilustración.