Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24,46-53)
“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto’. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios. Palabra del Señor.
La ascensión de Jesús a los cielos
Hoy la Iglesia celebra la Ascensión de Jesús a los cielos. Luego de su resurrección, de aparecerse a los apóstoles y “a más de quinientas personas” – según narran los Hechos de los Apóstoles –. Que Jesús asciende a los cielos significa que entra en una dimensión trascendente a esta vida. En ese sentido, “no se va” sino que está presente de otra manera, porque en el mismo evangelio que leemos este domingo, pero en la versión del Evangelista san Mateo, Jesús que asciende al cielo les dice a los discípulos: “yo estaré con ustedes día tras día, hasta el fin del mundo” (cf. Mt. 28,20).
Hay un proyecto de vida y algo nuestro que ya llegó al cielo, ya que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. En cuanto al proyecto de vida, Él pasó haciendo el bien, tuvo hambre y sed de justicia, fue manso y humilde de corazón y entregó la vida para darnos un corazón como el suyo; soñó con un mundo donde, con su gracia, sería posible que el hombre deje de ser “lobo para el hombre” y sea capaz de relaciones de amistad y solidaridad, porque, de hecho, Él fue hermano y amigo; soñó con personas humildes y serviciales porque Él lo fue y nos dio la capacidad para serlo. Jesús en esta vida esperó y confió en que Dios, su Padre, Señor de la vida, lo sacaría del dolor, del fracaso y de la muerte y lo comprobó en su resurrección. En otras palabras: no sólo su persona sino también su estilo de vida y su proyecto de humanidad llegaron al cielo, y con Él llegó algo nuestro, porque fue hombre como nosotros, trabajó como nosotros, sufrió y rió como nosotros; se cansó como nosotros. En otras palabras, solo lo bueno, lo verdadero y lo bello tienen futuro; lo malo, lo falso y lo feo, sólo tienen el alcance de esta vida, mueren con la muerte y deberán ser reparados después del juicio final, donde nuestra hambre y sed de justicia por fin quedarán saciados.
Un proyecto que perdura y otro que no tiene futuro
La Ascensión de Jesús a los cielos significa, entonces, que su proyecto de vida es el que perdura, porque su persona, su estilo y los valores que encarnó llegaron a la meta, trascienden la historia, quedan en el tiempo, se admiran, se recuerdan y se imitan. Por otro lado, hay un proyecto caduco; lo malo, lo que no tiene el estilo de Jesús, no trasciende, no perdura, al contrario, de lo malo uno se quiere olvidar lo más pronto posible, o si se lo recuerda es para no repetir el error o no tropezar dos veces con la misma piedra. Por eso, las vidas de Jesús, de María, de los santos, de las buenas personas que nos precedieron, padres, abuelos, amigos, trascienden el tiempo, se admiran y se recuerdan siempre. No se trata sólo de un recuerdo psicológico y agradecido, como cuando recordamos a un prócer o a una persona buena que murió; el Señor vive y “no se fue”, está en otra “dimensión” de la vida y camina con nosotros, está en lo más profundo de nuestra persona por el Espíritu Santo que nos ha dado, y está en todo acontecimiento providencial en el que percibimos su presencia amiga que hace nuestro yugo liviano y llevadero para que no perdamos la esperanza, para que llevemos esta buena noticia a todo el mundo.
No hay dudas, es evidente; la vida es una peregrinación porque nadie tiene en esta tierra morada definitiva; si caminamos con el estilo de vida de Jesús estamos en el camino correcto, y aunque a veces lo experimentemos como “contracorriente” y nos sintamos un poco solos, recordémoslo; el proyecto de Jesús es el único que tiene futuro, otros estilos de vida, por más que sean seductores, atractivos y seguidos por muchos, además de no ser constructivos, tienen certificado de caducidad. Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Buen domingo!