En la última encuesta de EL INFORMANTE, planteamos una situación para medir cuál es la reacción ante una situación improbable. Si encuentra dinero en la calle, ¿qué hace? Si contestó que se lo queda, está entre lo más normal. Si nunca encontró dinero, no se aflija, es muy probable que la mayoría nunca lo haga.
Entre las opciones, se presentaba la de “dejarlo tirado”. Sólo el 1 por ciento pasaría indiferente ante dinero en la calle. Una prueba realizada en Alemania, dio por tierra el desinterés de la gente por el vil metal. Los que no levantaron el dinero, fue porque no lo vieron.
El 39 por ciento de los que se animaron a responder dijeron que “Lo levanta, y se lo queda”. Sin remordimientos, el mismo estudio citado compadeció a los que piensan que “el dinero no tiene nombre, y es de quien se lo encuentra”. Sin embargo fue distinta la reacción cuando se planteaba el hallazgo de una moneda, o un fajo numerado de la banca nacional.
Los que más sensibles se manifestaron, en un 31 por ciento dijeron que, “Lo levanta, y busca de quién es”. Aquí el estudio de la Universidad de Colonia divaga, porque no especifica cómo puede uno ingeniarse para encontrar el dueño de algo, que se presupone, no tiene etiqueta. Además sobradas muestras hay de conciencias que no pueden descansar, pensando que en ese hallazgo está la felicidad, la salud, o la tranquilidad de otro.
Pero aunque usted no lo crea, no escapa a la normalidad que nunca haya encontrado dinero, en una cifra considerable que sirva para tomarlo de muestra. Es muy probable que nunca encuentre un billete, salvo aquel olvidado en el saco en desuso. Porque dice al ciencia que sólo tres de diez alguna vez pasará por el incordio de hallar dinero, y no saber qué hacer con él. ¿De diez, cuántos son los que han perdido dinero alguna vez?
La versión del mismo estudio ensayada en Argentina, en menor escala, tuvo una variante entre sus opciones. La Universidad de Lomas de Zamora no dejó debidamente fundado porqué la mayoría de los jóvenes consultados no comentarían con nadie el hallazgo de dinero, para no compartirlo y poder gastarlo sin remordimientos.
En una postal más cercana a nuestra idiosincrasia, que un trabajador halle una suculenta suma de dinero, y se esfuerce en buscar y encontrar a su dueño, y que éste en recompensa le de una cuestionable propina, es noticia en la primera plana de los medios. ¿Será porque no es ese el sentimiento de la mayoría de los argentinos?
En la encrucijada de la honestidad y la solidaridad, parece que una sola es la senda. Sin que una reniegue de la otra, y haya varios atajos con los cuales zafar. Se es honesto si se agota toda instancia para devolver lo que no es de uno, y se es solidario si se lo hace de todos.
Aunque sean pocos los honestos, escaseen los solidarios y el dinero no se obtenga tan fácil esparcido por el piso.