EL INFORMANTE le ofrecerá una serie de diez publicaciones, proporcionado un modelo de evangelización y de espiritualidad. Extraídas de la obra del Padre Leandro Chitarroni, Guadalupe y Juan Diego entre nosotros, una posibilidad pastoral, presentaran orientaciones que pueden ser aptas, en el intento de colaborar a una sociedad más feliz.
El mencionado autor, acentuando en el Amor de Dios que nos salva, y la visita de Nuestra Madre de Guadalupe que nos anima, propone y sugiere oraciones, obras y criterios. Oraciones, obras y criterios a recrear, con la luz del Espíritu Santo que nos convierte, en la vida cotidiana, y en nuestros habituales trabajos o servicios comunitarios y personales.
De hecho, el material ya está siendo utilizado en otros lugares con singular éxito, para enriquecer caminos, actitudes y fines a concretar al compartir la fe. Si bien tienen una inspiración guadalupana, se pueden utilizar sin referencia explícita a la misma.
Objetivo cotidiano y fin pastoral: comunicación sacramental
Oración: Oración: pedimos la gracia de corresponder con nuestra entrega a la bondad de Dios, transmitiendo lo más posible a Él y lo que nos regala; para que su fuerza pueda transformar nuestra agua en el mejor vino de alegría y salvación. Imploramos al Espíritu Santo nos conforme como Pueblo y pueblos peregrinos, y nos haga encarnar lo anterior; fecundándonos en la línea de nuestras posibilidades, pero más allá de las mismas.
Que bajo su orientación seamos protagonistas de un dinamismo vital que haga presente lo trascendente en nuestro trayecto histórico, animando a enriquecer y enriquecernos en interrelación. Que movidos por sus dones, colaboremos así a edificar el pueblo con generosidad, uniendo cielo y tierra, y a los diferentes; transitando con perseverancia caminos de encuentro masivo con el Señor y de mestizaje generalizado.
Suplicamos particularmente los dones de piedad, fortaleza y temor. El primero nos perfecciona en el amor fraterno, haciéndonos ver la imagen de Dios en cada persona; y, por lo tanto, su carácter sagrado, e inmensa dignidad y nobleza, que debemos servir y ayudar. El segundo, para ser capaces de renunciarnos a nosotros mismos y dar la vida por Cristo y los hermanos; soportando o enfrentando, generosamente y con constancia, situaciones que nos parecerían imposibles de sobrellevar.
Y, finalmente, el santo temor de Dios, que radica en el amor, y en el amor halla su perfección, para reconocer que Él nos sobrepasa, es infinitamente más grande y nunca podemos abarcarlo completamente en su ser y designios. Así, su Amor y planes, que siempre nos superan y trascienden por todos lados y tiempos, nos ayudan a ser audaces y diligentes para encarnar el bien y evitar ofenderlo.
Evangelización y evangelizador, inculturados e inculturantes
Nuestra Señora de Guadalupe, ayudada por sus “Juanes Diegos”, y en relación con la misión de la Iglesia Católica, se revela como un paradigma de evangelizadora inculturada y de evangelización inculturante. El modo de ser de Ella, la finalidad que busca y el medio que utiliza para alcanzarla, armonizan e integran dualidades complementarias; polaridades muy alentadoras y fecundas, que hoy pueden orientarnos en la búsqueda de la bienaventuranza, siendo amables, y sembrando caminos de generalizado diálogo y protagonismo.
Que nuestras comunidades y personas integren ternura que contenga y autoridad que gobierne, para que así nuestro servicio dignifique y desafíe a crecer integralmente, con una actitud y mensaje a la vez suave y firme, que recupere y conduzca a plenitud lo propio de todos y cada uno; es el perfil encarnado por Nuestra Madre, y la posibilidad que Ella abre y nos anima a vivir.
Obra de misericordia: dar posada al peregrino. Son muchos los que se aproximan a nuestro caminar en la historia, o llaman a nuestras puertas, con problemáticas que sólo se pueden resolver con una acción social coordinada y conjunta. Hay heridas abiertas que exigen soluciones estructurales que nos exceden; pero que comunitaria y personalmente podemos al menos atenuar, generando iniciativas apropiadas, o al menos, recibiendo con cordialidad.
En general, podemos decir que dichos hermanos son otros peregrinos que interpelan nuestra solidaridad, y a los que podemos atender y dar una palabra, o lo que tengamos al alcance procurar, para ser refugio o socorro.
Oración: gracias, Virgencita, por ser dócil a Dios y concedernos el regalo de haberte constituido en el seno materno de este nuevo pueblo, que sigue en gestación. Gracias por quedarte con nosotros, gracias por tu Imagen y presencia, que nos sigue haciendo familia y conformando como comunidad. Gracias, porque al mirarnos y alimentarnos con tu Amor, nos sigues dando a tu Hijo y nos haces sus miembros vivos. Haz que podamos recrearnos en ti, Madre Santa, para que el Tepeyac, la anticipación del cielo en la tierra, se concrete y se agrande más y más en nuestra actualidad.
Pedimos que haya más ermitas y templos en honor a Nuestra Madre de Guadalupe y a San Juan Diego, y por los peregrinos a los mismos. Suplicamos también por las novenas y las fiestas con que se los celebra y por todos los que las preparan o a ellas concurren. Luego, podríamos participar e invitar a algún otro a hacerlo, en alguna peregrinación, plegaria o fiesta, o en la construcción de una ermita o templo dedicado a la Virgen del Tepeyac, al Santo indio, o a los dos.
Pasos y acciones: intentar continuar en nuestros días ese milagro y oportunidad de evangelización, esa visita de Nuestra Madre de Guadalupe y las plegarias de la gente; que siguen llevando a plenitud lo bueno de cada uno, para unirlo a lo mejor, también ya fecundado, de lo de los otros.
Prolongar ese final de diálogo y oración, que cuenta el Nican mopohua. Final abierto, que sigue sucediendo hoy, en cualquier sitio del mundo en que se establezca la Imagen Amada de la Virgen, se hable de Ella, o se cuente su historia del Tepeyac. Conducir de esta forma a estar con Nuestra Señora y a admirarla.
Aprovechar así, que su Persona es luz, lugar y punto de encuentro y coincidencia; que nos abre a la posibilidad de reconocernos y tratarnos como miembros del único, multicolor y pluricultural Pueblo de Dios.
Peregrinar a la Virgen y celebrarla, para recibir de esta manera la fuerza y el calor que vienen de lo alto, a Jesús; y, en consecuencia, poder comprometernos con la historia y ser capaces de compartir y edificar hoy, en la cordialidad con todos y abiertos a su consumación en la eternidad, un destino común, de paz y vida plena.
Incentivar a la gente a rezar novenas, especialmente por las casas, a construir ermitas y templos para Nuestra Madre y su indio mensajero, y a festejarlos; en cada geografía y tiempo, según las concretas posibilidades, costumbres y manifestaciones de los distintos suelos culturales.
Usar todos los medios técnicos que nos proporcione nuestro contexto, antiguos o modernos, para que todos puedan tener ocasión de experimentar la mirada de Amor de Nuestra Señora de Guadalupe. Favorecer así, que el pueblo se encuentre con su Imagen en los diversos lugares en los que transcurra su vida diaria (verbigracia: hogares, calles, ámbitos de trabajo o esparcimiento, medios de transporte y comunicación).
Tomando como punto de partida lo anterior, animar a valorarse, recrearse y repensarse, a través del disfrute de esa compañía cotidiana, familiar y permanente de la Virgen; que dignifica y acredita a sus hijos. Que de esta manera, la mayor cantidad posible de personas, puedan verla y sentir su visita; y, más aún, descubrir y recrear progresivamente su sentido, desafío y relevancia profunda.