Para hacer y rezar
Sexto mes: 12 de julio a 12 de agosto
EL INFORMANTE le ofrecerá una serie de diez publicaciones, proporcionado un modelo de evangelización y de espirtualidad. Extraídas de la obra del Padre Leandro Chitarroni, Guadalupe y Juan Diego entre nosotros, una posibilidad pastoral, presentaran orientaciones que pueden ser aptas, en el intento de colaborar a una sociedad más feliz.
El mencionado autor, acentuando en el Amor de Dios que nos salva, y la visita de Nuestra Madre de Guadalupe que nos anima, propone y sugiere oraciones, obras y criterios. Oraciones, obras y criterios a recrear, con la luz del Espíritu Santo que nos convierte, en la vida cotidiana, y en nuestros habituales trabajos o servicios comunitarios y personales.
De hecho, el material ya está siendo utilizado en otros lugares con singular éxito, para enriquecer caminos, actitudes y fines a concretar al compartir la fe. Si bien tienen una inspiración guadalupana, se pueden utilizar sin referencia explícita a la misma.
Actitud pastoral: manifestar la Bondad de Dios
Oración: pedimos la gracia de mirar misericordiosa y maternalmente, para formular una palabra inclusiva que manifieste a Jesucristo; reconociendo explícitamente con ella, los beneficios debidos a la Bondad de Dios en la vida de los otros y en la propia. Imploramos la capacidad de testimoniar y comunicar su Persona y designio salvador, siendo obedientes a la Palabra hecha carne; escuchándola, sobre todo y responsablemente, en la orientadora palabra de los más pobres.
Suplicamos, en relación con lo anterior, los dones de sabiduría y consejo. Por el primero, ese saber, mucho más que intelectual, que tiene que ver con el amor, y haciéndonos saborear las cosas celestiales, nos enseña a ser expertos en el arte de vivir. Por el segundo, la luz de saber incentivar a los demás a ser fieles a la voluntad de Dios; ayudándoles a descubrir y crecer en el sentido fundamental de su existencia, y a recorrer bien el peculiar trayecto que tengan que transitar para el mayor bien de todos.
Cultivando un saludable pluralismo
Viviendo y suscitando diálogo, es entonces cómo podremos encontrar y transitar caminos compartidos de acción y edificación de un mundo verdaderamente plural y de la inculturación de la fe. Sólo su mediación, lejos de todo exclusivismo e intolerancia, posibilita a la vez, tanto la afirmación, continuidad y manifestación de etnias, tradiciones y particularidades; como su apertura a novedades, mestizaje y enriquecimiento mutuo, ya sea de ellas entre sí, como con el Evangelio. Incentivando y provocando, de esa forma, un protagonismo cada vez más generalizado, en la búsqueda de transformaciones sociales positivas, e inculturantes transmisiones de la Buena Noticia.
Obra de misericordia: visitar y cuidar a los enfermos. Consiste en vincularnos compasivamente ante las dolencias o enfermedades que todos tenemos, para comunicar ternura y aliento de vida. Sobre todo, en el caso de las personas que están internadas o postradas, haciéndonos cercanos para auxiliar efectivamente, o aliviar de alguna forma, aunque sea escuchando, a los que están padeciendo esa situación.
Oración: pedimos ser Pueblo de Dios, comunicador de la justificación y perdón divinos, difusor de la gracia; es decir, de esa semejanza de y con su naturaleza, que Dios nos participa y con la que nos transforma y auxilia. Trasmisores magnánimos de esa fuerza misteriosa que viene de Él y que, penetrando hasta lo más íntimo de nuestra naturaleza, diviniza todo nuestro ser y facultades; para que podamos encarnar acciones virtuosas y bellas, para que podamos existir y obrar cristianamente, con y en el Amor.
Intercedemos por alguna persona anciana, enferma, pobre o necesitada. Luego podríamos visitarla, ofrecer por ella algún otro acto de caridad y/o ayudar, si fuera necesario, para que recibiera el Perdón de los pecados, la Unción de los enfermos, y otros Sacramentos o socorros que necesitara.
Pasos y acciones: mirar con Amor Misericordioso y reflexivamente nuestras situaciones colectivas o singulares. Sin caer en praxis o interpretaciones, que equiparen lo verdadero solamente con la identidad de los evangelizadores; y que nos alejen de hacernos presentes con empatía, para mejor favorecer la llegada de la sanación divina.
Intentar ayudar a la gente a salir, recontextuando nuestro anuncio según las diversas coyunturas, de todo aquello que la amarga y deja postrada, rescatando de apuros mortales o falsas urgencias.
Ser muy maternos para, desde la Palabra de Dios, movilizar al intento de modificar o paliar historias desagradables. Orientar e impulsar a lo anterior, desde el proteger y eliminando miedos.
Incentivar a ser una Iglesia servidora, capaz de salir al cruce con generosidad y sin reproches, aún cuando quieran esquivarnos, de los pasos y dolores de los pueblos y de las personas. Una comunidad capaz de llenar dichos pasos, gratuitamente, con los regalos del Señor; para que sean transformadas aún las peores cruces, en ocasión de una existencia más plena.
Cuidar con esmero a nuestros mayores, dejándonos guiar por su experiencia de vida, por su memoria, que es la del pueblo. Reconociendo y sirviendo a Jesús, también con especial entrega, en los que están o se sienten enfermos, explotados o deprimidos.
Por medio de una transmisión cordial, que fortalezca los corazones colectivos e individuales, comunicar la Buena Noticia afirmando a nuestros oyentes. Compartir la permanente actualidad y novedad de la Palabra del Evangelio, en continuidad con las tradiciones y universo simbólico de los destinatarios del anuncio, sin provocarles angustia o descolocación ante la propia memoria y riqueza cultural.