Interes General
28/08/2013 - 22:49:33



Se prepara jornada mariana de septiembre


En esta jornada mariana mariana, previa a la del mes de setiembre, aniversario de los Acontecimientos Marianos en San Nicolás, muchos fueron los peregrinos que se acercaron al Santuario para honrar a María del Rosario.

Como es tradicional se realizó la Procesión, acompañando una nutrida columna de peregrinos, llegando al templo ya colmado para la celebración de la Santa Misa, presidida por el titular de la Diócesis, Mons. Héctor Sabatino Cardelli.

En su homilía, basada en Evangelio según San Lucas 13,22-30, en el que Jesús habla de la “puerta de la Salvación”, Mons. Cardelli, manifestó: “Queridos hermanos, queridos peregrinos. María nos convoca esta tarde para escuchar este pasaje del Evangelio. La pregunta clave ¿serán muchos los que se salvan? Jesús en realidad no le da una respuesta matemática. No le da un número determinado. Jesús presenta la Salvación. Él viene a traer la Salvación.

Él es la Salvación del hombre, en el tiempo y en la eternidad. Depende de nosotros que estemos abiertos, que aceptemos la Salvación del Señor. Él quiere que todos se salven y que lleguen al reconocimiento de la Verdad y del Amor. Pero el proceso de la Santidad pasa por nosotros que somos los que venimos del pecado y que somos los que tenemos que responder a esa voluntad salvífica de Dios. Para eso vino Jesús al mundo. Para salvarnos.

Y me acordaba de una de las enseñanzas de Jesús tan concreta, tan sencilla como la del sembrador que salió a sembrar la semilla y cayó en distintos terrenos: a la orilla del camino, entre las piedras, en terreno pedregoso y con mucha maleza y finalmente en tierra buena. Las que cayeron en terreno desfavorable tenían la misma calidad que las que cayeron en terreno fértil. Allí no se trataba de terrenos, sino de las semillas valiosas que esparció el Señor a todos.

Un ejemplo que nos ilustra es este pasaje. Las que cayeron entre espinas, en la maleza no produjeron. Es como que se desperdició esa semilla. Lamentablemente no fue bien acogida, no se le brindó a esa semilla lo que necesitaba para producir muchos frutos. La que cayó en tierra fértil produjo el ciento por uno. Podemos acuñar esta predicación del Señor en esta otra: “¿Serán muchas las semillas que se van a reproducir en ciento por uno?” “Son muchas las que se esparcen”, dice el sembrador. Pero en realidad algunas nos llegan a producir el ciento por uno. Qué es lo que nos pasa. Nosotros somos el terreno, nosotros somos los llamados al seguimiento de Cristo, nosotros somos los invitados a la Salvación. ¿Qué es lo que nos pasa cuando demoramos esa respuesta, cuando obstaculizamos esa respuesta, cuando impedimos que crezca el Reino en nuestra vida. Y se hace necesario revisar un poco y ver cuáles son las piedras, cuál es la profundidad, cuál es la maleza que hay en nosotros. Una buena oración, un tiempo de silencio, de revisión, de examen de conciencia, un buen director espiritual, una docilidad al Espíritu Santo nos ayudará a descubrir. Y poco a poco nos iremos dando cuenta que hay cosas que no son de Dios en nosotros. Hay cosas que nos van enfriando o tal vez, haya actitudes con las que vamos regando la maleza pero queremos que la semilla produzca y entonces cuando crece demasiado la maleza la sofoca. Y es necesario hacer realmente una renovación. A veces un Retiro Espiritual, a veces un Encuentro, a veces una Jornada de Reflexión. No descartemos ninguno de estos medios auxiliares que son tan importantes para conocernos más y para aprender a discernir esa filigrana, como esa telaraña que tejen las arañas que parecen imperceptibles pero que van frenando, entrelazando la libertad interior de las personas, porque así también trabaja la tentación y si bien al comienzo parece inofensiva, son pequeñas cosas que nos hacen cristianos con criterios del mundo. Entonces un cristiano con criterios del mundo no es cristiano. Tiene todo un aspecto de cristiano, recibió los sacramentos, tal vez los recibe y asiste, participa. Pero después en el quehacer, en una respuesta personal al Señor, hay como una palidez, una insuficiencia en el SI o hay una firmeza en el NO. Entonces vamos creándonos un estado de tibieza, un estado donde realmente no se define ni se entrega. La Puerta es Jesús, quiero entrar en esa puerta, es estrecha. Y por eso necesito todos estos renunciamientos que nos van haciendo cada vez más hinchados por lo que es muy difícil entrar por esa puerta estrecha. Desalojar de nosotros todo aquello que no es de Él. Esta sería la conclusión. Jesús nos trae la Salvación. Nosotros somos los que estamos permeables, porosos o impermeables a esa Salvación. Creo que en esa situación, los que estamos hoy aquí estamos en el camino del Señor. Posiblemente tengamos que limpiar nuestro terreno de alguna maleza o alguna piedra. O darle un poco más de caladura para que la raíz pueda cerrarse bien firme y llegar a producir muchos frutos. Muchas veces, cuando no surge de nosotros, toma la iniciativa el Señor en alguna poda, en alguna purificación para que realmente caigamos en la cuenta de que Él es el que salva. Y que nosotros tenemos que permitirle a Él meter la mano en nuestra historia, en nuestra vida. Son muchos los llamados pero depende también de la respuesta a esos llamados, para corresponder a este regalo, a esta elección, a esta opción de Dios.

Concluimos siempre en nuestras reflexiones con la figura de María, el fruto más espléndido de la redención. Ella fue la tierra fértil que dejó brotar esa semilla de la Salvación, fue redimida con antelación a la pascua de Cristo y fue realmente perceptiva de la Palabra y llegó a decir: “El Señor hizo en mi grandes cosas”. Porque el Señor encontró la disponibilidad para con Él.

Seguidamente hizo referencia al aniversario de los Acontecimientos Marianos en San Nicolás, manifestando: “Estamos en las vísperas de los 30 años de su manifestación aquí, en ese lugar.

En este lugar donde estamos. Ningún otro lugar más propicio para tenerla presente y decirle “María, dame esta Gracia de ir cultivando mi terreno para que Cristo, la Palabra de Cristo, la fe, el amor, me vaya haciendo un fiel servidor, un mensajero, un testigo, un misionero”, porque quiero que lo conozcan, que lo amen, que lo sirvan. Y me ha llamado aquí. Esta tarde estoy aquí. He escuchado esta palabra, ha resonado en mi corazón y levanto los ojos y te veo tierna, amorosa, ofreciéndome la salvación permanentemente. El Señor, como dice Francisco, no se cansa de perdonar. Y al final de nuestra vida, tengamos la certeza que la Misericordia de Dios es inagotable y siempre nos espera”.

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