Con tres momentos se recordó este hito en la Gesta de Malvinas. Primero con la ofrenda floral en la tumba del marinero Pallares y el monumento a los nicoleños muertos en Malvinas. Después en una sencilla y sentida ceremonia en el Auditorio Municipal, para terminar con una celebración religiosa en la Capilla María Madre.
Este justo homenaje a los nueve hombres de nuestra tierra que ofrendaron su vida, algunos de los cuales descansan en la tumba inmensa del mar, revive también de la guerra inconcebible un capitulo nefasto. El de un crimen sin sentido.
Así lo revivieron en sus discursos quieren al recordar la epopeya y sus oscuros rincones, repitieron el irrenunciable derecho de volver a Malvinas, con la bandera argentina.
Pocas veces los actos patrios tienen tanta concurrencia de delegaciones escolares, funcionarios políticos y público en general.
Pocas veces la entonación del Himno Nacional y el “¡presente!” para los que no volvieron pero siempre están, sale tan cargado de los pechos inflados.
Pocas veces tan contrito el silencio al toque del trompa en ese minuto de silencio profundo como la plegaria del sacerdote pidiendo por esas almas, y nuestra cristiana resignación.
Las recordaciones de la Gesta de Malvinas, van reconvirtiendo mientras pasan las generaciones la interpretación de la guerra y la valoración de los veteranos.
Aunque falte mucho para devolver a esos bravos, de a poco se va moviendo el plato de la justicia, que debemos ayudar a equilibrar definitivamente por aquellos que descansan en paz arropados en la enseña nacional, pero principalmente por los que volvieron y la portan con hidalguía.