En 1986 el entonces obispo de San Nicolás de los Arroyos, monseñor Domingo Salvador Castagna, inició el proceso diocesano de beatificación de la Hermana María Crescencia Pérez, religiosa de la congregación Hijas de María Santísima del Huerto. En 1989, terminado dicho proceso fue presentado en Roma, donde se inició el proceso romano.
Tras el estudio de la vida y virtudes de María Crescencia, el papa Juan Pablo II la declaró Venerable.
Actualmente, después del unánime acuerdo de los médicos que reconocieron la curación de una hepatitis fulminante en una mujer de Buenos Aires sin encontrar razones científicas que justificaran la curación, y habiéndose reunido los teólogos por el tema de su competencia, sólo queda una reunión de Cardenales y la firma del decreto del papa Benedicto XVI declarando la validez del milagro que es requisito indispensable para la beatificación.
Se espera que esto ocurra pronto y se piensa que su beatificación ocurrirá en 2012 en Pergamino, donde vivió María Crescencia su infancia y adolescencia.
Mensaje del obispo de San Nicolás de los Arroyos
Recientemente, el obispo de San Nicolás de los Arroyos, monseñor Héctor S. Cardelli, quien junto con la Hermana Provincial de las Hijas de María Santísima del Huerto lleva adelante los preparativos de la beatificación, envió a la “querida comunidad diocesana” un mensaje en el que tras manifestar que “estamos a la espera de que el Santo Padre fije la fecha de beatificación de María Crescencia Pérez, les acerco un breve relato de su vida simple y santa para fomentar en la diócesis el conocimiento de esta futura beata, que tiene sus raíces en Pergamino y donde descansa su cuerpo”.
¿Quién es María Crescencia?
El 17 de agosto de 1897 nacía en San Martín, provincia de Buenos Aires, María Angélica Pérez. 34 años más tarde moría en Vallenar (Chile) un viernes 20 de mayo, la Hermana María Crescencia Pérez.
Vino al mundo de unos padres provenientes de Galicia (España), profundamente enraizados en la fe. Tuvieron siete hijos, y una vida pobre, propia de una familia de inmigrantes.
En 1918 hizo su profesión religiosa en la congregación de la hermanas Hijas de María Santísima del Huerto.
Sufrimientos diversos como la pobreza familiar y la muerte de su padre, la configuraron con el misterio de la cruz. Al consagrarse a Dios nació muy pronto un amor especial a la oración y una extraordinaria capacidad de sufrir.
En su apostolado los más beneficiados fueron los enfermos y los pobres: podemos decir que vivió una auténtica vocación de amor hacia ellos. Hizo propias las esperanzas, las angustias y las tristezas de las personas que trataban con ella. El supremo mandamiento del Señor “ámense los unos a los otros”·arraigó profundamente en esta sencilla monjita durante los años de su consagración.
El amor a la Virgen resplandeció también de un modo elocuente en su vida. La amó y veneró con afecto filial. A ella recurrió en todo momento, especialmente en las situaciones de dificultad y prueba. En sus fatigas y sufrimientos supo esperar y confiar. Y Dios, que no abandona a sus amigos, la recibió bien pronto en su casa del Cielo.
En su incansable actividad a pesar de su corta vida, sembró una semilla que poco después de su muerte dio abundante fruto. El amor a Jesús, a la Virgen María, a su Iglesia y a los pobres y humildes de su tiempo resumen el testimonio de una santidad sencilla y cotidiana, que la Iglesia reconocerá oficialmente muy pronto proclamando a María Crescencia como modelo e intercesora.+