En las últimas horas se volvieron a alzar las voces de vecinos que dan cuenta del asentamiento irregular de familias en terrenos cercanos a las vías. Se trata de extensiones que administran organismos nacionales residuales de los ferrocarriles.
En el último caso se trata de un grupo de unas 40 familias que se han reubicado en terrenos contiguos a las vías, en barrios Los Pinos y Santa Rosa, más otros que van ocupando lugares vacíos en anteriores asentamientos.
Los grupos familiares, de uno o dos integrantes de una familia, plantan modernas carpas de camping, o modestas chapas y cartones, improvisando un refugio y marcando las cotas de un irregular loteo. Sostienen que la necesidad los arrastra a tomar esa determinación, y que el estado debe darles un techo digno. Mientras tanto estarán instalados allí o allá, prometiendo pagar en cómodas cuotas los terrenos y sus construcciones, si alguien consigue una gestión favorable.
Fuentes municipales consultadas indicaron que los grupos familiares están permanentemente censados, y que muchos de ellos ya están comprendidos en planes sociales. Negaron enfáticamente que se trate de una migración masiva de otros centros poblacionales.
En ámbitos policiales y de la Justicia se mira a los lejos la situación. Por un lado los agentes del orden están atentos a las movilizaciones y nuevos asentamientos. Se mantienen expectantes y quieren garantizar la tranquilidad de propios y extraños. En la sede de Fiscalía no ha llegado ninguna denuncia, en tanto que no habría todavía ningún particular damnificado, o institución que haga valer derechos propietarios sobre los terrenos en cuestión.
La modalidad de tomar terrenos del Estado Nacional se ha multiplicado, y es cierto que algunos de los nuevos vecinos, y voceros de todos, están bien informados sobre cuáles son los mismos y qué deben decir ante las preguntas de extraños. Ponen de reparo sus derechos constitucionales, y el acompañamiento de algún puntero político o movimiento social. Los asentamientos parecen bien ordenados y se respetan los límites marcados con hilos y bolsas. Se rotan las guardias en las carpas, alternando entre sus nuevos emplazamientos y las viviendas que estaban ocupando, al menos hasta que se les venza el alquiler.