Vivir en una ciudad implica compromiso. Formar parte de una ciudad no es sólo compartir un determinado espacio geográfico con otros cuantos y nada más. Es interesarse por el estado y desarrollo de ese pedazo de suelo que nos abriga.
El compromiso es un concepto central en la práctica de la democracia. Sin él dejamos librado al arbitrio del “otro” la toma de decisiones y su frecuente contracara suele ser que los actos de quienes gobiernan quedan sin control. Pensar la ciudad en la que queremos vivir no es sólo la responsabilidad de aquellos a los que hemos elegido para que administren el espacio de lo público, sino que debe ser una tarea permanente de todos . Y esto es así por una cuestión muy simple, seremos todos los que vivamos en ella los que disfrutaremos de los beneficios o padezcamos las consecuencias de ese modelo de ciudad. Ese debe ser el origen del compromiso con la ciudad.
Ahora bien, no nos es posible hablar de compromiso ciudadano sin hablar de participación política. Es cierto que en nuestros días la participación popular, y política en especial, no sea muy propiciada desde los ámbitos de gobierno, y esto es así porque es habitual que quienes se benefician de un estado de situación no busquen cambiarlo. Pero es indispensable para cambiar la calidad de vida de la ciudad en la que vivimos promover un alto nivel de discusión y debate sobre la ciudad que queremos, no sólo entre la dirigencia, sino también en las diversas esferas de nuestra comunidad. Hay que perder el miedo a hablar seriamente de política. No hay solución posible a los problemas de una comunidad que esté por afuera de la política. Hay que perderle el miedo a la participación política.
Es posible observar el creciente desencanto que existe con la política por parte de nuestra comunidad. El error radica en considerar a “la política” como lo malo, cuando lo malo son las prácticas de aquellos que ocupando roles institucionales no hacen política, sino que hacen negocios, y como ya hemos dicho, quienes se benefician no serán aquellos que impulsen el cambio.
Que formemos parte de una ciudad ordenada, limpia, segura y con proyección hacia el futuro depende de esta manera no sólo de aquellos que circunstancialmente hoy nos gobiernan. Esos adjetivos se le impondrán a la ciudad en la que la mayor parte de quienes la habitan lo hagan con responsabilidad y compromiso. Se ha dicho en otras oportunidades que ser ciudadano no implica ir a votar cada dos años por el partido o el candidato “menos malo”. Ser ciudadano es asumirse como parte de la realidad en la que se encuentra pues sólo de esta manera será posible cambiar la ciudad que tenemos por la ciudad que queremos.
Lic Sebastián Arias
Unión PRO
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