Política
17/04/2016 - 11:19:18



La ética perdida entre papeles y escalinatas


Por el Lic. Sebastián E. ARIAS*
Licenciado en Ciencia Política por la UNR
Profesor Universitario por la UCALP

Las dos últimas semanas han sido sin dudas de un alto voltaje político, han puesto nuevamente el foco de atención de la opinión pública en el debate acerca de la década pasada y, por sobre todo, detrás de todas las cortinas mediáticas y en el fondo de los ríos de tinta se encuentra el tema que muchos parecen o quieren ignorar: el carácter ético del accionar de los gobernantes y dirigentes. En definitiva eso se esconde detrás de los Panamá Papers o la vuelta de Cristina.

La filtración de documentos más grande de la historia como base de la investigación llevada adelante por el Consejo Internacional de Periodistas de Investigación, no tomó por sorpresa al gabinete nacional; ellos conocían su existencia desde hacía más de dos semanas y, como tantas otras cosas de alto impacto público, el gobierno lo minimizó, bajo la lógica del “no es ilegal tener una empresa en Panamá o algún otro paraíso”; lo cual es efectivamente cierto pero no debe por ello el gobierno dar por superado el asunto.

Nuestra sociedad y el votante de Cambiemos en particular parece haber levantado alta la vara de la transparencia en el manejo de los fondos públicos, asqueado por su percepción de lo que fue la era K. Ser director de una sociedad off shore no es delito, no es equiparable a haber ocultado fondos en una cuenta en el exterior, eso hay que tenerlo en claro y saber diferenciarlo; pero sin dudas es desprolijo y es posible que en el imaginario colectivo quede flotando un “algo debe haber”.

Rápido de reflejos tardíos el presidente se presentó en la justicia para que aclare su situación, y con el notorio objeto de mostrarse frente a la opinión pública como quien no tiene nada que esconder y estar predispuesto a que se lo investigue, es decir buscar neutralizar el efecto mediático.

El presidente y demás funcionarios han quedado presos de una lógica que forma parte de su vida, que es la empresarial; deben comprender (y rápido) que muchas acciones habituales de su vida pasada están reñidas con lo que la sociedad reclama de sus dirigentes, en especial en tiempos de crisis económica, donde el umbral de tolerancia es especialmente bajo; recordemos aquella máxima del florentino Maquiavelo “bueno no basta con serlo, se debe además parecerlo”.

Retorno y derrumbe, ese es el título del libro con el que la socióloga Liliana de Riz explica el gobierno peronista de los 70. Esta semana presenciamos el retorno para evitar el que parece ser un inexorable derrumbe. La reaparición pública de la ex presidente Cristina Fernández tuvo más de una lectura. Citada por la justicia, en calidad de imputada por la causa de venta de dólares a futuro, la ex primera mandataria se hizo presente en los tribunales federales de Comodoro Py. El núcleo duro del kirchnerismo preparó una movilización para no mostrar que su “jefa” subía sola esas cada vez más temidas escalinatas.

Dirigentes sociales, ex funcionarios, legisladores y artistas constituían la vanguardia de la singular movilización. Pensada para constituirse en un nuevo 17 de octubre, la realidad es que no alcanzó ese objetivo. Si bien convocó a varios miles de argentinos (nativos y por opción) lejos estuvo esta concentración de hacer una cicatriz en la faz de la historia.

Intimidante, amenzadora… “si la tocan a Cristina…” se cantaba; olvidando que la ex presidente no tiene privilegios especiales a los de otros ciudadanos y no porque haya renunciado voluntariamente a los fueros como le gusta ufanarse; sino porque, y aunque alguno de sus seguidores no lo acepten, en una República nadie está fuera de la ley, ni siquiera ella.

Es en esta línea que a su turno y desde el escenario que le prepararon los dueños del diario Página/12, la ex mandataria se consideró una perseguida política y enmarcó en ello cualquier acusación en su contra, aunque las pruebas la involucren… Pero esta movilización tuvo otro destinatario aparte del poder judicial: el partido justicialista.

El kirchnerismo está siendo relegado de los espacios de poder real; no a manos de Cambiemos, sino del propio PJ. Quizás dispuesto a recuperar algo del orgullo histórico que supo tener, los dirigentes del “pejotismo” como despectivamente se los denominaba desde los espacios K, están dispuestos a una reestructuración que no incluya en su conducción al kirchnerismo, como surge de la denominada “lista de unidad” encabezada por Gioja y Scioli.

El espacio político conformado por los ex presidentes Kirchner, el FpV tiene una crisis que amenaza ser terminal, fuga de dirigentes y distanciamiento, al menos discursivo de los últimos años de gestión de Cristina Fernández van marcando humor político del espacio que fue siempre fue una sociedad política para mantener el poder y no una comunión ideológica; perdido el poder sólo afloran las diferencias. Hacia este sector quiso mostrar capacidad de movilización el cristinismo, ganar la calle como se dice en la jerga.

Aquí tampoco habrían podido cumplir su objetivo. Quienes están pensando en un PJ más tradicional y depurado de los cuerpos extraños que les supo adosar el kirchnerismo saben que sin estructura partidaria y económica del Estado las grandes manifestaciones son ya imposibles, saben también que una parte importante de las mismas tienen poco de “espontáneas” y finalmente saben que (seamos generosos) 50 mil personas y un jingle de Ignacio Copani no son suficientes.

El exitismo kirchnerista es una vez más un divorcio de la realidad; esta los muestra como perdedores grandes perdedores en el más importante de los temas que trató el Congreso, la derogación de dos leyes que fueron “hitos” de su gestión (a manos de sus propios legisladores) y, que Ella no es la jefa indiscutida de la oposición peronista; sino que lo es de una facción de la izquierda. Pensado como un momento de quiebre histórico, el miércoles sólo fue el primer desprendimiento del derrumbe.


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